lunes, 5 de julio de 2010

Amigos de Verdad


Hoy estoy triste, no hay razón específica para estarlo. No sé si es exceso de trabajo que me ha llevado a un estado de cansancio que se refleja en tristeza; o son varios acontecimientos difíciles por los que atraviesa mi familia, y que aun que sé que se arreglarán no deja de preocuparme tener que pasar por situaciones que se pudieron haber evitado. En fin, la cosa es que estoy triste.
Recuerdo que antes de casarme cuando me sentía así, recurría a leer, escuchar música, ver películas… en fin cosas que me distrajeran, pero ahora, ya casada la vida es muy diferente.
Se requiere de mucho empeño, dedicación y esfuerzo para lograr mantener una vida armoniosa; y no me quejo, amo profundamente a mi marido y pasamos por uno de los mejores momentos.
Sólo que reflexiono en cómo cambia la vida cuando se tiene pareja. Recuerdo en mis tiempos de soltera cuando mis amigas se casaban y se alejaban un poco o un mucho no entendía esos cambios.
Creía que para todos y cada uno de los que formamos en núcleo de una persona debe de haber tiempo y espacio.
Y lo sigo creyendo, sin embargo la realidad, al menos mi realidad, es muy diferente. Por mi trabajo y por las labores que realizo en el hogar no me queda mucho tiempo libre para compartir con mis amigos; porque ese tiempo lo invierto en mi pareja, que también trabaja jornadas en horarios difíciles.
Soy de las que creen que para que un matrimonio sea exitoso y duradero debe de haber equilibrio y se debe de seguir los preceptos de Dios. Soy creyente y eso no lo puedo cambiar. Mi fe es lo que me ha mantenido en muchas situaciones difíciles, lo que me ha sacado adelante en mi vida y… en pocas palabras lo que me inculcaron mis padres y con lo que crecí y maduré.
Mis amigos lo han entendido a medias, al menos eso me lo han hecho saber, y entiendo que en ocasiones se molesten, pero mi cariño, amistad y lealtad para ellos está y estará.
Sé que ahora ya no compartimos tardes de café, ni charlas telefónicas tan seguido; tampoco visitas espontáneas a nuestros hogares… pero el cariño, de mi hacia ellos sigue como siempre.
Y no, no tengo muchos amigos, sólo dos a los que considero mis amigos de verdad. Hoy que estoy triste, pensar en ellos me ha alegrado, recordar momentos, anécdotas, risas, aventuras… tantas cosas que hicieron que nuestra amistad fuera sólida.
Hoy, aunque no esté físicamente cerca de ellos, estoy y están de corazón y sabemos que cuando nos necesitemos, estaremos.
Gracias Adri y George por estar, por ser como son y sobre todo, por habernos encontrado en este camino de la vida.

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